lunes, 20 de junio de 2016

PRESENCIALIDAD ESPAÑOLA VERSUS EFECTIVIDAD GERMANA


Como ya sabemos, el objetivo de la empresa es vender, facturar, crecer de forma sostenible y continuar generando beneficios que permitan un interesante crecimiento o lo que es lo mismo: la implicación constante y efectiva de todos los que la componen en pos de los benditos (y necesarios) resultados.

España ha sido, tradicionalmente un país donde la presencialidad y la titulitis han estado sobrevalorados en detrimento de la efectividad y la capacidad personal de hacer las cosas bien hechas, o lo que es lo mismo, de obtener resultados.

Lo importante es figurar, mostrar presencia y si es posible, parecer muy ocupado. El summum de la pantomima se alcanza alargando la inefectiva jornada laboral hasta bien entrada la tarde/ noche y abandonando el despacho después de que lo haya hecho el jefe.

España tiene una productividad por detrás de la de Rumania. Somos el país de la Eurozona que más horas pasa en el trabajo y la conciliación familiar es un término exótico y desconocido para la mayoría de padres y madres de este país.

Esta cultura de las apariencias y la presencialidad mal entendida, está tan enquistada, que incluso continuamos pagando con nuestros esforzados impuestos las I.S (siglas con las que yo defino a todas y cada una de las “Instituciones Inservibles” de este país, osea, grupos de personas con funciones meramente decorativas, que no ejercen función concreta y que no generan resultados ni beneficios de ningún tipo salvo el de “aparecer” y generar un gasto muy considerable). 

Uno de los ejemplos más claros es el de nuestro senado (arriba, en la foto) y sólo por poner un ejemplo: la lista es tan larga que necesitaría otro Blog para hablar de ello con más profundidad.

Volviendo a la empresa en España (y salvo honrosas excepciones), lógicamente no es competitiva. La competitividad se mide (entre otros factores) por la capacidad de poner resultados satisfactorios encima de la mesa, por saber quien hace que y por ser más rápido y competente que la competencia. Resumiendo: por ser capaces y querer trabajar como lo hacen los alemanes y el resto de la Europa del Norte, en una palabra. 

Como ya dijo Ortega: “El alemán nace en una casa, el español, en una plaza”. Esta cultura nuestra de bar; de llegar tarde a los sitios; de no mantener la palabra; del parloteo vacío que no resuelve y de revolotear por los pasillos averiguando el último chisme, va a ser más difícil de cambiar que el curso del Amazonas.

Se habla de reducir la jornada laboral a 35 horas. Se habla de salir a las 18.00 horas. Se habla de conciliación. Se oyen campanas pero no se sabe dónde. 

Hemos de hablar de metódica del trabajo y de efectividad. Hemos de hablar de saber quien hace que. Hemos de hablar de poner resultados tangibles encima de las mesas antes de que lo hagan nuestras competencias. Hemos de hablar de fomentar el talento y retenerlo. Hemos de hablar de lo urgente y prioritario y, lo demás, vendrá solo.

Un grupo de personas (una empresa) entregadas a un objetivo común y convencidas de ello, conseguirán lo que se propongan y serán más rápidos y efectivos que el resto. La efectividad y la rapidez en la gestión, permiten salir a una hora cristiana del trabajo, conciliar o bien, trabajar desde casa, pero primeramente hemos de comenzar cuestionando, primero, si somos los suficientemente competitivos: si salimos a las 18.00 horas pero no cambiamos nuestra errónea cultura de empresa hispánica, vamos cuesta abajo y sin frenos. 

Queremos formar parte de una Eurozona profundamente competitiva y ambiciosa (y no nos queda otra salvo que queramos convertirnos para siempre en un precario país de servicios). Orientemos pues todos nuestros esfuerzos a los resultados. Fomentemos y premiemos la cultura de los resultados en detrimento de la cultura de la presencialidad que tanto daño a hecho y aún hace a nuestra malograda economía.

Descartar la cultura mediterránea de la presencialidad en detrimento de la muy necesaria efectividad germana, es la gran asignatura pendiente de la empresa española. Y no olvidemos que es bi-direccional: de empresario a empleado y de empleado a empresario. Importante. Se requiere un profundo cambio de actitud por ambas partes. 

De este tema hablaré con más profundidad en mi próximo libro, muy relacionado con la gestión empresarial germana. Entretanto, vayamos tomando apuntes y no dejemos que los árboles nos impidan ver el bosque.

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