viernes, 23 de septiembre de 2016

Lectura recomendada Blogsostenible "Una nueva forma de entender el trabajo: 5 ideas para empresas y empleados"

El trabajo es bueno y necesario, pero en un mundo donde el trabajo va a escasear aún más es preciso cambiar la forma en la que esta sociedad percibe el empleo. En esencia, con el dinero y con el trabajo debemos relacionarnos madura e inteligentemente. Por supuesto, la educación de nuestros jóvenes será esencial en esta transición.

El trabajo, ¿fuente de felicidad o de estrés?
Para muchos, no tener trabajo trabajo es sinónimo de infelicidad pero, por otra parte, el actual sistema genera tasas de estrés e infelicidad exageradas, tanto entre trabajadores asalariados de base, como entre directivos y autónomos (es el llamado síndrome de burnout o de estar “quemado”). Muchas horas de trabajo implican baja productividad e infelicidad, pues el estrés genera diversas enfermedades y bajas laborales.
Algo esta fallando cuando demasiadas personas buscan trabajo para ser felices y encuentran que es el trabajo su mayor fuente de infelicidad.
La culpa no es del trabajo en sí. Es de nuestra percepción del mismo y de una sociedad que tenemos que cambiar. Hay que salir de la rueda consumista de trabajar para ganar dinero y poder comprar cosas que no necesitamos, llegar a casa cansados y ver una TV que nos dice lo que tenemos que comprar para ser felices (como decía este gran documental). La publicidad genera tanta infelicidad que debería controlarse mucho más.
Hay ejemplos positivos
Desde 2004, los empleados de Netflix disfrutan de tantos días de vacaciones como quieren. Tienen la libertad de decidir cuándo se presentan a trabajar, cuándo coger tiempo libre y cuánto tiempo tardarán en realizar el trabajo. Y esto no ha afectado negativamente al éxito de la compañía, sino todo lo contrario. También hay otros muchos ejemplos de empresas en las que se trabaja menos (6 horas/día) y todo va mejor que cuando se trabajaba más.
Al fin y al cabo, lo que les importa a las empresas es el trabajo bien hecho, y no las horas vividas en el puesto de trabajo.
¿Hacia dónde debería tender nuestra sociedad respecto al trabajo?
Sísifo, el mito del trabajo duro e inútil.
Es una pregunta muy complicada de responder, pero a grandes rasgos, hay algunas cuestiones que deben abordarse:

  1. ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? Cada uno debe responder a esa pregunta y tener presente qué es lo importante en su vida. Nuestro trabajo, sea el que sea, debemos hacerlo contentos, sabiendo que estamos colaborando para construir una buena sociedad y que nuestro trabajo influye en ello. Si crees que tu trabajo no hace mejor nuestra sociedad, debes cambiar de trabajo. Si crees que tu vida es demasiado complicada, tal vez debes simplificarla.
  2. Intentar hacer bien nuestro trabajo es bueno para todos: No sólo se beneficia nuestra empresa, sino la sociedad en su conjunto y nosotros mismos. No se trata de ser perfectos, sino de sentir la satisfacción por un trabajo bien hecho. Si hay tareas de tu trabajo en las que no eres bueno, céntrate en hacer mejor las otras tareas.
  3. Aumentar la tasa de trabajo hecha desde casa usando las tecnologías informáticas: Es posible que muchas empresas no puedan hacer ese cambio, pero otras, sin duda, sí. Reducir el trabajo presencial disminuye gastos y estrés. También se reduce contaminación atmosférica y gastos sanitarios, por lo que los gobiernos deberían estar interesados en promocionarlo.
  4. Reducir la jornada laboral, al menos a los empleados que lo deseen: Esto tiene importantes ventajas, que se pueden combinar con el punto anterior. Muchos trabajadores, sin duda, se acogerían a esa modalidad incluso aunque se redujera ligeramente su salario. Mejoraría su calidad de vida y su salud, y se reducirían las bajas laborales. Algunas empresas podrían contratar más empleados para cubrir a los que han reducido voluntariamente su jornada laboral, lo cual reduce el desempleo.
  5. La empresa pro-humana trata bien a los empleados y obtiene importantes ventajas por ello: Confiar es mejor que controlar (hasta que se demuestre lo contrario, pues evidentemente hay trabajadores que pueden abusar). Casi siempre, el excesivo control conlleva más comportamientos negativos que si se confía en la gente asumiendo buena fe. Por otra parte, esta también demostrado que las empresas responsables (con RSE) tienen más éxito.
Todo lo anterior genera empleados satisfechos que son la mejor publicidad para una empresa. Además, los empleados contentos son más productivos y más creativos: En muchos de los empleos de hoy, una buena idea es mucho más importante que muchas horas sentado en el puesto de trabajo.
Sin embargo, hay factores que pueden hacer que todo esto no sea fácil de implantar. Por ejemplo, la gente necesita unos mínimos ingresos para subsistir y muchas empresas, que lo saben, abusan de ello: bajos salarios, horas extra sin remunerar, malas condiciones laborales, diversos fraudes fiscales que afectan al trabajador, etc.
Como sociedad, ¿cómo podemos conseguir una buena relación con el trabajo? No hay respuesta fácil, pero una pequeña Renta Básica puede ayudar. Si todos los ciudadanos mayores de edad percibieran una renta básica del estado que permitiera lo más básico (comer y poco más, para empezar), habría menos motivos para aguantar trabajos estresantes y más ganas de buscar un trabajo para disfrutar.
Tres ideas que NO apoyan la Renta Básica
Aunque ya hemos hablado en otro lugar de la Renta Básica (lectura recomendada) ,vamos a cuestionar aquí tres de los argumentos de los detractores de la renta básica:
  1. ¿No hay dinero? Eso depende de la cuantía de la Renta Básica. Sí hay dinero si la cantidad es pequeña, si se suprimen otros tipos de ayudas (algunas con muchos fraudes actualmente), y si se valoran las enormes ventajas que se disfrutan allí donde hay renta básica. Otra fuente de financiación podría ser subir los impuestos a las empresas a cambio de que éstas bajen los sueldos (principalmente los más elevados). La bajada de sueldo se compensaría con la Renta Básica, por lo que los empleados no notarían cambios salariales.
  2. ¿Se fomentaría hacer el vago? Téngase en cuenta que la Renta Básica debe ser, al menos inicialmente, muy básica, por lo que la gente seguro que desea trabajar para ganar más. Además, ya no habría razón para trabajar “en negro” (cosa que actualmente ocurre). Aún así, si alguien se contenta con la renta básica entonces debe llevar una vida austera de bajo impacto ambiental. Por tanto, está es una razón más para alabar ese tipo de vida, más que para criticarla.
  3. ¿Qué pasaría con los trabajos más duros? Algunos dicen que con Renta Básica no habrá trabajadores dispuestos para los trabajos más duros. Aparte de ser una renta baja, quizás haya que pagar más en esos trabajos. Un peligro es que los trabajos más duros podrían ser ejecutados por inmigrantes que posiblemente no tienen más opción. Desgraciadamente eso ya está ocurriendo hoy y nuestra sociedad aún no lo ha solucionado. Por tanto, se necesitan urgentemente mayores controles laborales.
Es muy posible que el sistema de vacaciones de la empresa Netflix y todas las ideas anteriores no puedan aplicarse a todos los tipos de empresas. Pero no hablamos de imponer un sistema genérico para todas, sino de mejorar nuestra forma de ver el trabajo y de dirigir trabajadores. Lo bueno es que muchas empresas (y gobiernos) podrán hacer cambios paulatinos y evaluar si funcionan o no.


Texto Original Blogsostenible

martes, 20 de septiembre de 2016

CRIMEN Y CASTIGO


Recientemente tuve la oportunidad de visualizar un campeonato de patinaje artístico del más alto nivel. 

Estaba disfrutando enormemente de la ejecución del ejercicio, cuando la patinadora (campeona olímpica, para más señas), falló una pirueta de extraordinaria dificultad y se estampó contra el suelo para el desconsuelo de todo el público.

La música que acompañaba de fondo a su bellísimo ejercicio continuaba sonando: la patinadora se levantó como si nada hubiera pasado y, mostrando una sonrisa al público de oreja a oreja (que clarísimamente ocultaba el dolor producido por el golpe y la frustación de los puntos con los que la iba a penalizar el jurado), continuó patinando como si nada hubiera ocurrido y dispuesta a darlo todo. 

En la empresa, como en la vida, no podemos permanecer anclados en el error, ni mucho menos anclar a nadie en el mismo. Hay que dejar de contemplar el error como un crimen que ha de ser castigado y contemplarlo como una experiencia, negativa pero –sobretodo- necesaria:


Sin error no hay aprendizaje.

Sin aprendizaje no hay evolución.

Sin evolución una empresa y su equipo, están condenados a morir lentamente.


Las empresas y equipos que mueren lentamente, acaban siendo devoradas por La Competencia.

Esto que parece tan evidente, es sin embargo, una lacra en el mundo de la alta dirección. Un directivo/a no se equivoca jamás. Sus carreras varias, dominio de diversos idiomas, estancias en el extranjero y probado virtuosismo de la gaita clásica celta, no le permiten equivocarse, ni mucho menos, reconocer un fallo (faltaría más). 

Esta actitud tan mezquina y tan contraria a los necesarios valores éticos que se le presuponen a un directivo/a, instauran en las organizaciones una cultura de la perfección mal entendida, acompañada de una cultura del castigo público, acusador y más propio de sociedades medievales que de la empresa que queremos y que hace la vida de todos los departamentos y los responsables que las integran, muy difícil y escasamente productiva. 

Las empresas y los directivos/as con tolerancia 0 al humano (y necesario) error, son organizaciones envenenadas que, por extensión, envenenan a cualquier ser humano que trabaje en la misma e independientemente de su posición en el organigrama empresarial.

La cuestión fundamental aquí es: ¿por qué se vive el error como una tragedia griega? ¿por qué es tan difícil reconocer una simple equivocación? ¿por qué es tan difícil entonar un “mea culpa”?

La explicación es clara: porque se vive el error desde el Ego y se percibe como un ataque directo a la persona, como un ataque directo a nuestra capacidad, a nuestra valía y eso convierte a cualquiera en una diana de la vulnerabilidad social y profesional: nuestra sacrosanta imagen de perfección puesta en evidencia ¡por un error! ¿? ¡No! ¡¡Jamás!! Cualquier cosa antes que reconocer un humano (y valioso): “Sí, me he equivocado”. Es mejor ocultarlo, obviarlo, mentir y en el peor y frecuente de los casos, culpar a otro (normalmente de rango inferior en la jerarquía).


En la jungla de la empresa, cualquier cosa vale con tal de evitar la humillación pública.


El error (el humano y necesario error), alcanza así la categoría de crimen por quienes mandan, institucionalizando un miedo generalizado que no sólo frena la necesaria productividad, si no que se convierte en el flagelo lacerante de cualquiera que ose arriesgar o asumir mas riesgo del necesario o dar rienda suelta a su creatividad y plantearse hacer las cosas desde otra perspectiva. Ya sabemos que el miedo y la culpa son los principales castradores de cualquier ilusión y avance, o lo que es lo mismo, de cualquier proyecto interesante que merezca la pena ser tenido en cuenta. Y la empresa los necesita si quiere continuar viva. Recordemos.

Quien manda desconoce, sin embargo, que la verdadera autoridad, no es la que figura en la puerta del despacho, ni tampoco en la tarjeta corporativa, si no la otra, La Autoridad Moral, que es siempre el resultado de la coherencia entre los valores éticos y los hechos que les acompañan, y ésta, la que no está escrita en ningún sitio, es la que permite que el bendito error tenga lugar, se asuma, se corrija y sobretodo, sirva de revulsivo, de mejora, de reubicación y crecimiento, además de permitir que todos y cada uno de los departamentos y personas que configuran la organización vivan su labor diaria de manera más humana y sin temor a ser despedazados por un superior que no se equivoca jamás.

La excelencia profesional sólo puede tener lugar a partir de la excelencia humana y ésta se construye a base de tropiezos, equivocaciones, decisiones mal tomadas y de levantarse de las muchas y dolorosas caídas que, afortunadamente, tienen lugar. 


A ninguna empresa ni directivo/a debería interesarle alguien que no se equivoque. 

Alguien que no haya cometido errores. 

Alguien que sea pluscuamperfecto y que lo haga todo bien. 


Alguien que ha fallado un salto, -como nuestra patinadora del inicio-, es alguien que ha intentando asumir mucho riesgo, un ser que no se contenta con la mediocridad, que no se conforma con no intentarlo, que no quiere lo que ya tiene, que se aburre ya de la naturalidad con que ejecuta lo habitual y quiere y necesita más. Alguien que busca un 10, en definitiva.

Quien se equivoca es alguien que ha salido de su zona de confort por que se aburría y decidió ir a por más y no quedarse acomodado/a en la pasmosa e intolerable inanición de los que nunca se equivocan y castigan sin piedad a los que lo hacen, con todo el escarnio del que son capaces. 

Demos pues la bienvenida más cálida a nuestros bellos y necesarios errores. Son quienes han hecho posible que lleguemos hasta aquí y seamos lo que somos.

Ninguna universidad, ningún master, ninguna enseñanza nos proporcionará jamás más sabiduría que la de los bellos y los lamentables errores que hemos cometido. Incluso los que mas nos avergüenzan. 

Recomiendo fervientemente la equivocación y el error como agitadores de conciencia y puertas a la excelencia profesional y vital, si queremos construir empresas y equipos fuertes, concienciados y convencidos de la tremenda necesidad de asumir riesgos incluso a pesar de nuestros errores.