martes, 21 de junio de 2016

EN VERANO ESTA PROHIBIDO SER HUMANO


Cuando tenía 15 años, cayeron en mis manos “Los Diálogos” de Platón. Una maravilla con la que me entretuve un mes de agosto de piscina y sol y fui feliz.

Recuerdo que me llamó muchísimo la atención aquello de “El hombre bello de cuerpo y bello de espíritu” y he de reconocer que me marcó para siempre, definiendo, en gran medida, una buena parte de mi carácter. Había que alcanzar la perfección física, pero también la intelectual, la del espíritu, la de el alma, en una palabra. Me pareció un objetivo vital mas que loable y he de admitir que me pase una gran parte de mi vida en la consecución de ambas perfecciones pero sin conseguirlo, lógicamente. Como decía mi admiradísimo y mas querido Umberto Eco: “perfetto è solo Dio”, o lo que es lo mismo, “solo Dios es perfecto”.

Iniciado el verano, aquella máxima de Platón se recorta a la mitad y pasamos de “el hombre bello de cuerpo y espíritu” (entiéndase aquí hombre/mujer y espíritu como intelecto/alma) a “el hombre bello de cuerpo”. Lo realmente importante es lo físico, lo perceptible. La superficie en una palabra. 

Las semanas y días previos al verano constituyen otra de mis queridas apologías de la estupidez humana, en la que, vaya donde vaya, esté donde esté, no hay ni un solo medio de comunicación que no me recuerde la importancia de eliminar completamente la grasa abdominal, conseguir unos músculos bien tonificados y –sobretodo- unos glúteos dignos de una patinadora olímpica. 

En verano la grasa corporal está terminantemente prohibida, el vello corporal ha de ser eliminado por completo (incluso en las zonas donde cumple su muy necesaria función protectora) y la necesaria relajación estival ha de evitarse so pena de provocar el pecado capital veraniego: la flacidez. La flacidez corporal es, en verano, un pecado capital que ha de ser castigado, como mínimo, con un mes de asueto en un gulag siberiano. Por lo menos.

En verano no están prohibidos los helados. Está prohibido ser humano.

Tratar de escindirse de la estupidez es una carrera de difícil ejecución: corras por donde corras encontrarás siempre un obstáculo que te recordara tu grasa, tu vello y por supuesto tu imperdonable flaccidez y lo hará en forma de ser humano (¿?) alimentado muy por debajo de lo saludable, con edad comprendida entre los 14 y los 25 años y retocado con Photoshop, faltaría más. Este ser te mira desde la portada de una revista cualquiera con una superioridad y una actitud hipersexualizada que da miedo y que te dice: “ni se te ocurra comerte un bocadillo de queso, flácida!! “

Intento recuperarme del golpe pero es difícil. Voy a hacer la compra y el supermercado está lleno de productos que me ayudarán a bajar los 2 kgs que teóricamente me sobran y que necesito bajar antes de que se me ocurra exponer mis humanas imperfecciones en la playa. La industria alimentaria ya determina, con antelación, que a todos nos sobran 2 kgs de grasilla corporal invernal que hemos de eliminar por mandato divino (o sea por mandato de las grandes multinacionales relacionadas, que estiman su volumen de facturación estival en varios millones de euros). 

Del supermercado voy a la farmacia: necesito comprar una aspirina para eliminar el fortísimo dolor de cabeza provocado por tanta estupidez, pero la farmacia ya no es una farmacia. Se ha convertido en el florentino laboratorio renacentista ¡de Miguel Angel! Todo son anatomías pluscuamperfectas y gloriosas en su perfección, que me recomiendan usar cremas para reducir mi resistente grasilla invernal, aparecer tonificada y perpetuar mi incipiente bronceado ¡fo-re-ver!

Salgo de allí como alma que se lleva del diablo antes de que la prohibición estival de ser humana y mi autoestima, se vean dañadas para siempre!

Me voy a nadar. Nadar desde hace 30 años me alivia del posible contagio de la estupidez estival generalizada y me ayuda a centrarme mentalmente en lo importante, pero, horror!! en la piscina número 40 y parando para retomar el rítmo, uno de mis compañeros de entreno, mi querido Federico (bello de cuerpo y más bello aún de espíritu), me espeta: "Cris, tengo que bajar 2 kgs" (¿?) …y me lo dice desde desde su cuerpo de nadador perfecto, de hechuras griegas y su brillante mente de abogado de éxito…está infectado! …el virus estival “prohibido ser humano en verano” le ha infectado y por ende también me puede contagiar a mi!!

Salgo del agua rápidamente, aún no es demasiado tarde…vuelvo a releer Los Diálogos. Platón vuelve a calmarme y a recordarme la importancia de cultivar el corazón; el intelecto; el espíritu y sobretodo, el alma. Lo que nos hace verdadera e inequívocamente humanos. 

Inicio el vuelo y contemplo, desde las alturas, como La Estupidez Humana continua invadiendo el mundo, cada vez que puede y le dejan.


No le dejemos sitio y permitámonos el valor de ser humanos, también en verano.

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