lunes, 3 de julio de 2017

EL LIDERAZGO SE HACE, NO SE DICE


Se ha escrito ya mucho sobre líderes y liderazgo. Es un tema apasionante y ciertamente motivador. Sobre el papel, no obstante, por que continua sin entenderse en la realidad práctica de la mayoría de las Empresas. 

Curiosamente en La Empresa Real, la del día a día, se teoriza y teoriza en verso a esta cuestión y se continua sin comprender el mensaje. Es un problema de ignorancia básica, de Ego mal entendido y tremendamente enquistado en las Empresas de resultados mediocres y facturaciones susceptibles de mejora. 

Lo peor: la falta de un liderazgo REAL, es la causante de muchísimos problemas internos en Las Organizaciones, relacionados con significativas pérdidas de tiempo / dinero y que podrían evitarse si existiese un Liderazgo de base.

Se olvida que el objetivo de La Empresa Real es lograr un excelente posicionamiento en el mercado, respetando los valores fundamentales y logrando la máxima facturación posible. Un objetivo absolutamente legítimo y compatible con un código de conducta moralmente aceptable (como ya vimos en “La Empresa Pro-humana “).

Volviendo al tema que nos ocupa, recientemente, he escuchado a un Directivo, expresarse en este término y para mayor sorpresa de su desmotivado y agotado equipo:


“Me erijo en líder de este proyecto”


Ante semejante declaración de intenciones, no pude evitar retroceder en mi mente unos cuantos siglos y volver a los tiempos de Tiberio, el Emperador romano, donde erigirse en lo que te diera la gana y por derecho divino era un continuo y las consecuencias de quien protestase, conocidas. 

Este tipo de autoproclamaciones, se suceden a diario en todas las Empresas. Provocan un placer inefable en quienes las expresan, un placer cercano a los placeres mas instintivos y la profunda decepción de quienes se ven obligados a ser testigos de tamaña desfachatez.

Luego nos quejamos de la falta de implicación del personal y los resultados mediocres de Las Organizaciones. 

Al ser humano, inteligente (aquel que ha desarrollado un cierto espíritu crítico y es capaz de cuestionarse los conceptos y pensar por si mismo), no se le convence por las palabras, si no por los hechos. Cuanto más categóricos y más indiscutibles, mejor. 

Las personas funcionan por imitación de quien más admiran y por el sano egoísmo, por saberse colaboradoras de proyectos en los que también van a tener su recompensa, recompensa tangible, medible, cuantificable. Ambos puntos son ignorados en la mayoría de los casos por las cúpulas directivas y los pseudo-lideres.

El amor comienza cuando se hace sentir al otro que sus necesidades son tanto o mas importantes que las tuyas. El amor no se impone, se gana y el mal directivo de tanto amarse a si mismo, ignora, que hasta que no sea amado por sus colaboradores, no va a escindirse de la mediocridad, de la facturación irrisoria y de perder, tarde o temprano, su cargo. 

Un directivo de éxito lo es por que su equipo LE SIGUE. Es el equipo quien hace al buen directivo y no al contrario. Las apologías del YO de las que el pseudo-líder hace gala en público, jactándose además de ello, han de dejarse, para la familia –en el mejor de los casos-.

Un equipo humano es efectivo a todo gas cuando, previamente, se han analizado y gestionado adecuadamente desde la dirección, las diferentes individualidades, perfiles psicológicos y necesidades vitales de quienes lo componen. De otra forma es imposible extraer lo mejor de cada profesional y se acaba lidiando con personas que están presentes físicamente, con rendimientos al 40% de su capacidad real y con la mente divagando por escenarios más motivadores. 

Una dirección que no conoce lo que “verdaderamente” mueve a sus colaboradores; sus expectativas profesionales; económicas; de carrera; en definitiva, una dirección que no conoce los sueños de sus empleados, no debería liderar nada y mucho menos una Empresa. 

Para liderar a un equipo humano, hay que liderarse primero a uno mismo.

El movimiento se demuestra andando y las medallas hay que batallarlas, hay que lucharlas. Lo demás es arribismo e influencia mal entendida. 

Autoproclamarse líder cuando se está rodeado de un equipo de trabajo profundamente insatisfecho / desmotivado / no recompensado, debería estar penado por la ley: es el principio del fin de cualquier Empresa que quiera facturar / posicionarse en el mercado y denota una visión pobre, cortoplacista y arcaica de los negocios y de la comprensión fundamental del mundo y las personas. 

Un líder perfecto ha de vivir su realidad profesional bajo el Imperativo categórico de Kant: QUE TUS ACCIONES SE CONVIERTAN EN UN EJEMPLO UNIVERSAL.


Conviértete así en ejemplo para ti mismo y te convertirás en una referencia para tu equipo. 


El verdadero Líder, es el que es capaz de modificar las conductas erróneas de todo su equipo sin luchar. Sin convencer. Sin teorizar. El líder verdadero lo consigue por que su ejemplo es sencillamente demoledor, incuestionable. DIGNO. Todos siguen a quien es ejemplar. Es difícil, casi imposible, no seguir a quien se admira y se reconoce por sus hechos. 

Ser un Líder exige un trabajo continuo, diario, a toda prueba y una capacidad de sacrificio fuera de lo corriente. El líder no es el jefecillo de medio pelo escondido en un despacho o tras un plasma, que se autoproclama jefe, pagado de si mismo e insoportable en su narcisismo sin límite. Por ello los buenos directivos, los auténticos líderes escasean, es difícil encontrar a personas que estén dispuestas a hacer lo que nadie quiere hacer. A ensuciarse las manos. A salir casi de forma constante de su zona de confort. A ir más allá de sí mismo y lograr que el resto también estén dispuesto a hacerlo por iniciativa y deseo propio.

El verdadero líder es un soldado en primera línea de fuego que sabe y conoce perfectamente la labor profesional y las dificultades a las que se enfrentan todos y cada uno de los componentes de su equipo y está cuando tiene que estar y lo hace por que, probablemente, ya lo hizo al principio de su carrera profesional y conoce La Empresa Real casi tan bien como se conoce a sí mismo. 

El líder no es el que se lava las manos cuando hay problemas y culpa al otro. El líder asume que el fallo de su equipo es producto de su propia gestión y que ha llegado la hora de cambiar. Por que cambiar lo que se hace mal o lo que es susceptible de mejora es permanecer en el camino hacia el éxito. 

Sólo los estúpidos permanecen instalados en el error y aún a costa de ellos mismos. Y de tanta estupidez en La Empresa Real, hay tanta falta de resultados; tanta insatisfacción; tanto absentismo laboral; tantas insolvencias y tanta mediocridad.

  • Ponerse al servicio del Equipo. 
  • Ser Empresa. 
  • Ser humano. 
  • Movilizar el pensamiento pasiónal, que es el principio de cualquier movimiento. 
  • Movilizar capacidades. 
  • Ser capaz de sacar lo mejor de todos y cada uno de los colaboradores, de los auténticos artífices de La Empresa Real. 
  • Recompensar la Excelencia.
  • Invitar a escindirse al mediocre, a quien no quiera estar a la altura. 
  • No competir contra la competencia, si no contra uno mismo.

Si a algún directivo le quedan dudas, le invito a ver “300” y a reflexionar sobre el perfil del Rey Leónidas. Es un magnífico ejemplo de lo que debería ser el Líder perfecto. El líder que nace líder, en una palabra. 

Donde no llega la genética, ni el ADN, debe llegar siempre la inteligencia para aprender de quien sabe hacerlo mejor.


Aprendamos.


Dejemos pues de hablar de Liderazgo y HAGAMOS Liderazgo. Hablemos menos y HAGAMOS más. Recordemos que la razón de cualquier Empresa es ganar dinero y el dinero sólo se gana cuando las personas son capaces de trabajar al 1000 % de sus capacidades y con toda la pasión y focalización al objetivo real de las que sean capaces. O dicho de otra manera, cuando son guiadas por un Líder que las hace sentirse respetadas y queridas.


Leónidas. 
“300”.

0 comentarios:

Publicar un comentario