lunes, 11 de julio de 2016

ARDOR GUERRERO


Mi día a día en el mundo del acero es lo más parecido a una guerra de lo que nadie se pueda imaginar. Soy consciente de que inicio una batalla que sé como empieza y que quiero que acabe con éxito, si es posible ,incluso, con la gloria y para ello todas mis facultades –sin excepción- han de estar operativas al 100%. Un solo fallo, un despiste, un movimiento en falso, pueden suponer la pérdida de millones de euros anualmente y con ello la pérdida de la guerra, en una palabra y traducido a negocios, a nuestra desaparición del mercado.

En la toma de la decisión correcta, hay un factor determinante, que, aunque parece obvio , es, en su sencillez, el más complejo de todos:

La gestión del miedo.

Todos tenemos miedos e inseguridades y quien no lo reconozca, miente. El miedo es humano y necesario, nos advierte de un peligro , de una amenaza y nos hace ser prudentes, cautos. Hasta ahí todo bien. El problema surge cuando el miedo paraliza, impide pensar con claridad, frena nuestra preciada estrategia y, o bien, nos hace tomar una decisión incorrecta o lo que es peor, bloquea cualquier tipo de decisión.

Hace unos días mantenía una apasionante conversación con un amigo mío, militar de carrera, quien, refiriéndose a los saltos en paracaídas, me decía:

“Cris, el primer salto es el fácil. El segundo es el peor, por que ya sabes a lo que te enfrentas”.

Esta sentencia taxativa, brillante en su sencillez militar, absolutamente concisa, me hizo recordar inmediatamente mis inicios, hace 18 años ya, cuando comencé a exportar acero a Alemania, desde Barcelona y era la primera en hacerlo. Cuando “salté” por primera vez y puse el pie en territorio “virgen”. 

Feliz e inconsciente. Feliz en mi inconsciencia. 

Con el paso de los años y a medida que mi conquista del territorio se extendía al resto de Europa, al resto del mundo, la interiorización de la tremenda responsabilidad que tenía (y continuo teniendo), me hizo sentir, si no miedo, mucho respeto: ya sabía a lo que me enfrentaba, ciertamente.

El segundo salto del que me hablaba mi experimentado amigo militar, es siempre más difícil que el primero, sin duda. Sin embargo, el convencimiento de saber que hacemos lo que hemos elegido, que estamos muy preparados para hacerle frente y la enorme ilusión de lo nuevo (no hay dos saltos iguales), es lo que nos proporciona la energía y la motivación para “superar” el humano miedo y substituirlo por el “Ardor Guerrero”, lo que en el argot militar se conoce como la adrenalina total que te permite afrontar una “operación” en la que has de ejercer labor de mando sobre ti mismo y estar a la altura de las – con toda probabilidad-, complicadas circunstancias que has de afrontar. 

Sólo los auténtica y genuinamente “vocacionales”, es decir, los que sienten auténtica pasión y convencimiento por su trabajo son capaces de gestionar el miedo con dignidad y substituirlo por el “Ardor Guerrero” del que hablábamos antes. 

En las circunstancias límite a las que nos tenemos que enfrentar cada día en nuestras empresas y en la vida, el mundo militar tiene mucho que enseñarnos, particularmente, en este sentido.

La peor decisión es la que no se toma. 

La peor circunstancia que puedo imaginar es convertirse en víctima de la circunstancia.

La incapacidad para asumir riesgos es, sencillamente, letal y debemos prescindir de ella siempre.

Soy testigo, a diario, de muchas decisiones mal tomadas o de ninguna decisión tomada en absoluto, producto de la mala gestión del miedo. Este comportamiento, erróneo, se traduce en pérdidas económicas tremendas para cualquier compañía. 

El miedo paraliza y destruye cualquier progreso. Cualquier necesario avance. Cualquier conquista. 

Hemos de saltar en paracaídas. Y hemos de realizar el salto preparadísimos. Hemos de prepararnos a fondo, física y mentalmente, para continuar viviendo; haciendo empresa; superándonos: para continuar conquistando nuevos territorios, pero, sobretodo, para continuar conquistándonos a nosotros mismos, sin duda, la más difícil de todas las conquistas posibles. 

Cultivemos siempre un sentimiento de proactividad máxima, un sentimiento de respuesta, de resolución ante las adversidades y las emergencias. Un sentimiento de confianza plena en nosotros y nuestras capacidades y por extensión, en nuestros equipos.

Finalmente, todos somos soldados en esta batalla diaria que es la empresa y la vida. 

Por muy humano que sea el miedo, substituyamoslo por “Ardor Guerrero” y… saltemos!



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